La
52 Serie nacional de béisbol continúa desarrollándose en el país entre
animadores y detractores. A pesar de los cambios introducidos en la estructura
del torneo los resultados no complacen, de ahí que se impone continuar los
estudios para encontrar la organización más adecuada a nuestras realidades y
potencialidades en este deporte.
Si
bien en la primera mitad (45 juegos), se pudo constatar la rivalidad, los
deseos de todos los equipos por alcanzar uno de los 8 boletos para la segunda
etapa, de ahí en adelante las insatisfacciones comenzaron a ser blanco de
constantes comentarios y críticas acerca de nuestra Serie.
Lo
más inadecuado, sin lugar a las dudas, es la realización de la denominada
segunda división, en que participaron los peloteros de los 8 equipos que no
clasificaron pero, desempeñándose sin motivación la gran mayoría, lo cual trajo
consigo gradas vacías en los estadios de
esos territorios.
Ese
aspecto ha sido criticado en numerosas ocasiones, pues cuando se conformó la
nueva estructura nunca se habló de dicha segunda división y a última hora se
introdujo, lo cual trae consigo más penas que glorias. De ahí que el tiro a
corregir debe comenzar por ahí.
Sin
embargo, el plato fuerte (los ocho equipos clasificados), con sus refuerzos
incluidos, tampoco resulta hasta el momento lo idóneo para los aficionados
cubanos, conocedores y ansiosos de disfrutar de un espectáculo deportivo de
mayor calidad.
En
tal sentido considero que debe realizarse un nuevo análisis de cuál debe ser el
torneo élite del béisbol cubano, y lo más recurrente se antoja el rescate de
las Serie selectivas, en que se concentraría la calidad, y la territorialidad
garantiza el apoyo necesario a cada selección.
No
es nada descabellado mantener la
Serie nacional con los 16 equipos, tal vez con 75 juegos y de
ahí salga el campeón nacional en un torneo todos contra todos, sin play off,
como sucedió hace algunos años.
Luego
de esas 16 selecciones pudieran conformarse ocho para la Selectiva o Liga Cubana
de Béisbol y, por ejemplo, cada dos provincias puede confeccionarse un equipo.
Guantánamo-Santiago; Granma-Holguín, Las Tunas-Camaguey, y así hasta
Artemisa-Pinar del Río.
De
seguro esos equipos lucharán a brazo partido por el título, representando a su
región, jugándose en los estadios cabeceras provinciales solamente, un torneo
que pudiera realizarse a razón de 63 desafíos por conjunto, y los dos primeros
disputarían un play off de siete juegos.
El
Tercer Clásico Mundial nos enseñó bastante en cuanto a la necesidad de ganar en
oficio, estrategias y otros conceptos del béisbol moderno para buscar los
mecanismos que permitan al país desempeñarse con más acierto en próximos
eventos de calidad. El deporte nacional en Cuba requiere cambios, y los caminos
están por transitar.
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